miércoles, 18 de marzo de 2020

                                                Un Viaje Por La Historia

 Casi ni recuerdo cuando nací, sólo tengo una vaga imagen de mi padre cazando mientras mi madre recolectaba fruta y hacía el fuego que meses antes habían inventado nuestros vecinos. Fue una época, LA PREHISTORIA, algo difícil y dura pero muy aventurera porque dormíamos en cuevas y cazábamos con lanzas por el campo para poder comer hasta que aprendimos a sembrar y tener animales que nos aportaban leche y ropa de abrigo. 

En La EDAD ANTIGUA es cuando aprendí a escribir y dejé la choza donde vivía porque, entre todos, construimos grandes ciudades con plazas y mercados que todos compartíamos. Esa etapa de mi vida me encantó ya que además de poder aprender a escribir con los egipcios, hacía deporte e iba a competiciones en las olimpiadas ya durante la época griega.

Llegada  La EDAD MEDIA, he de decir que esta me gustaba porque vivía en un gran castillo rodeado de murallas. Todavía recuerdo cómo, mi hermano y yo, jugábamos con espadas y escudos imitando a mi padre en sus guerras y sus conquistas. Fue por esa época cuando apareció un señor con túnica y con una cruz que nos hacía orar todos los días a mi hermano y a mí porque decía que eso nos salvaría. Nos llamaba cristianos, cosa que no entendí en su momento, pero que ahora comprendo. Yo pensaba que la TIERRA era plana pero nos explicaron que era redonda. Al principio me asustó la idea de poderme caer de esa grande pelota donde yo vivía pero con el tiempo lo fui comprendiendo todo. 

Luego comenzó una época grandiosa, La EDAD MODERNA, donde se descubrió grandes tierras muy lejanas, primero las llamaron "Las Indias" y luego "América". Se construyeron grandes barcos para ir de un continente a otro. Aún recuerdo aquellos años donde yo iba al otro continente y cambiaba especias por telas preciosas. Ahí fue cuando descubrí que me encanta viajar. 

La época en la que ahora vivo, EDAD CONTEMPORÁNEA es mi preferida porque vivo en una casa de ladrillo con luz artificial, viajo en tren y avión, tengo mi propio coche para desplazarme y estoy escribiendo ahora por un aparato que se llama ordenador. Espero en breve poder escribir desde Marte o Saturno porque están haciendo vehículos para ir hasta allí. Quizás, si me gusta mucho, me vaya a vivir al espacio con mi familia. De momento , me consuelo mirando desde la ventana todas las noches a esa bola blanca que llaman la Luna. Seguro, algún día, podré pisarla. 

                                                                   EMILIO, 2º A

Viaje en el tiempo

Érase una vez un científico loco poco conocido, pero que estaba a punto de terminar posiblemente el invento más innovador del mundo: ¡Una máquina del tiempo capaz de viajar entre agujeros de gusanos y poder teletransportarse a las distintas épocas de la humanidad! El sujeto de pruebas era nada más y nada menos que Enrique, el típico pasota que le daba igual todo y que fue elegido al azar entre todos los demás candidatos para probarla. Cuando llegó el día, Enrique acudió a su laboratorio en el Pentágono (que irónico) y este científico le pidió que se sentase. Nada más tocar con el trasero la silla un casco futurista enganchado a un cableado se le encajó en la cabeza y se quedó inconsciente al momento, ¡Estaba viajando en el tiempo!
Cuando Enrique consiguió volver en sí, se quedó perplejo al ver que estaba en un trono de madera siendo abanicado por lo que parecían ser cavernícolas. No podía moverse, pero sabía que no se trataba de realidad virtual ya que sentía la madera del trono y el viento de los abanicos y la sabana por todo el cuerpo. De repente solo veía interferencias y sintió un fuerte dolor de cabeza, hasta que la imagen volvió a sus ojos y no podía creer lo que estaba viendo. 
Estaba en otro trono, esta vez de piedra, en lo alto de una gran construcción contemplando como miles de esclavos estaban construyendo unas pirámides. Enrique se sintió mal por ellos, e intentó convencer a los guardias que tenía a sus costados, pero no entendían lo que decía y miraban con una expresión de confusión y duda. Pero volvió a ocurrir.

Esta vez estaba sentado en otra silla de madera, pero no precisamente en el rol de alguien poderoso, ya que su cara estaba cubierta con una toca. Una especie de verdugo entró en el habitáculo con un cubo de agua, tiro a la silla con Enrique, y le fue arrojando lentamente todo el agua del cubo por la cara. Enrique empezó a sentir angustia cuando el agua le empezaba a cubrir las fosas nasales y la boca, hasta que paró y le saco el paño de la cabeza. Y de repente el verdugo sacó un hacha cuando siente un golpe en la nuca y vuelve a quedar inconsciente.

Cuando se vuelve a despertar y prestar atención a su alrededor, se asusta al ver que está en una especie de Corte con gente armada con rastrillos y antorchas, gritándole en un idioma que él no podía comprender. Pero de repente se acuerda de que estaba estudiando la edad moderna en historia, y le vino el presentimiento de que se trataba de la Revolución Francesa. Un campesino se le acerca con una antorcha y prende fuego al trono (que estaba hecho de madera) quemando gravemente a Enrique y dejándolo casi en las últimas, justo cuando siente un calambre en el cerebro y todo se vuelve negro.
De repente puede volver a mover los brazos, las piernas… y se quita el casco rápidamente, viendo asustarse a otro científico totalmente distinto al primero, que se va corriendo del laboratorio. Enrique todavía sentía el dolor del fuego de antes y el agua resbalar por su nariz, pero no se veía ninguna quemadura o agua por los orificios.
Bruscamente entran unos cámaras y un periodista estadounidenses y le explican que habían pasado cientos de años (no se sabía con exactitud) desde que se quedó atrapado en esa máquina de viajes por el espacio-tiempo. Enrique de quedó perplejo y aterrorizado al ser informado, pero en ese momento no tenía fuerzas para hablar.

 Un tiempo después, después de muchos chequeos médicos y entrevistas, se puso a pensar más en todo lo que había pasado, y se seguía preguntando “¿será verdad que viajé en el tiempo? si es así, vaya que no ha sido una experiencia muy acogedora…”.
                                                        
                                                                         Enrique, 2º A


       Érase una vez una persona que vivía en la prehistoria, pero tenía algo que lo hacía diferente: era inmortal. Vivía con su familia y estaba todo el día en el campo con la agricultura. Para él, el tiempo no le pasaba muy rápido y, un buen día, toda su familia había fallecido por la edad. Su pueblo estaba muy desarrollado y habían creado una lengua y había gente escribiendo cosas. Después de unos cuantos cientos de años (que para él, era unas semanas) la gente hablaba sobre un tal Jesucristo y los romanos, pero nuestro personaje se quedaba muy confundido con estos temas.
Luego cae Roma, y los musulmanes lo están conquistando todo. Él estaba muy preocupado porque un día estaba pescando y vio a tres máquinas que iban por el agua, se quedó muy rayado: decían que habían descubierto un nuevo continente. Pasaron los años, pero sigue en Europa, porque el nuevo continente no le motiva…Y ahora ve que en Francia hay un lío con Napoleón y la revolución. Ya no aguantaba más, de pasar de un pueblo de unas cuantas personas a edificios gigantes, máquinas con ruedas otras máquinas que van por el aire, una cosa llamada internet, una electricidad muy rara, un líquido negro llamado petróleo que sirve como gasolina. Ya no sabe si vive un sueño o algo, pero que no se lo cree.


Juan Manuel, 2º A


UN PASEO POR LA HISTORIA DEL HOMBRE

Adam era un niño que estaba en su habitación, cuando se dio cuenta de la presencia de  un aparato. Entonces, se acercó y pulsó un botón rojo grande. Cuando abrió los ojos se encontró con un ser parecido a él: andaba a dos patas y utilizaba una lanza, pero no hablaba, parecía que gruñía. Estaba muy sucio y se dirigía hacia él. Adam se asustó al verlo, así que le dio al botón lo más rápido que pudor.
Pero no apareció de nuevo en casa: apareció en plena Roma, en plena arena del Coliseo entre dos leones. Se quedó paralizado del miedo por un momento hasta que reaccionó pulsando el botón antes de que un león se le abalanzara.
Ahora se encontraba delante de los Reyes Católicos. Pasó varios días en el calabozo ya que la máquina no funcionaba y lo habían tomado como a un extraño. Siguió intentándolo hasta que lo consiguió y apareció en América junto a Colón en la calavera Santa María.
Cuando llevaba un mes en el barco logró volver a su casa, donde tiró el aparato para no volver a verlo nunca más. 

                                                                                     María, 2º A

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