Casi ni recuerdo cuando nací, sólo tengo una vaga imagen de mi padre cazando mientras mi madre recolectaba fruta y hacía el fuego que meses antes habían inventado nuestros vecinos. Fue una época, LA PREHISTORIA, algo difícil y dura pero muy aventurera porque dormíamos en cuevas y cazábamos con lanzas por el campo para poder comer hasta que aprendimos a sembrar y tener animales que nos aportaban leche y ropa de abrigo.
En La EDAD ANTIGUA es cuando aprendí a escribir y dejé la choza donde vivía porque, entre todos, construimos grandes ciudades con plazas y mercados que todos compartíamos. Esa etapa de mi vida me encantó ya que además de poder aprender a escribir con los egipcios, hacía deporte e iba a competiciones en las olimpiadas ya durante la época griega.
Llegada La EDAD MEDIA, he de decir que esta me gustaba porque vivía en un gran castillo rodeado de murallas. Todavía recuerdo cómo, mi hermano y yo, jugábamos con espadas y escudos imitando a mi padre en sus guerras y sus conquistas. Fue por esa época cuando apareció un señor con túnica y con una cruz que nos hacía orar todos los días a mi hermano y a mí porque decía que eso nos salvaría. Nos llamaba cristianos, cosa que no entendí en su momento, pero que ahora comprendo. Yo pensaba que la TIERRA era plana pero nos explicaron que era redonda. Al principio me asustó la idea de poderme caer de esa grande pelota donde yo vivía pero con el tiempo lo fui comprendiendo todo.
Luego comenzó una época grandiosa, La EDAD MODERNA, donde se descubrió grandes tierras muy lejanas, primero las llamaron "Las Indias" y luego "América". Se construyeron grandes barcos para ir de un continente a otro. Aún recuerdo aquellos años donde yo iba al otro continente y cambiaba especias por telas preciosas. Ahí fue cuando descubrí que me encanta viajar.
La época en la que ahora vivo, EDAD CONTEMPORÁNEA es mi preferida porque vivo en una casa de ladrillo con luz artificial, viajo en tren y avión, tengo mi propio coche para desplazarme y estoy escribiendo ahora por un aparato que se llama ordenador. Espero en breve poder escribir desde Marte o Saturno porque están haciendo vehículos para ir hasta allí. Quizás, si me gusta mucho, me vaya a vivir al espacio con mi familia. De momento , me consuelo mirando desde la ventana todas las noches a esa bola blanca que llaman la Luna. Seguro, algún día, podré pisarla.
EMILIO, 2º A
Viaje en el tiempo
Érase una
vez un científico loco poco conocido, pero que estaba a punto de terminar
posiblemente el invento más innovador del mundo: ¡Una máquina del tiempo capaz
de viajar entre agujeros de gusanos y poder teletransportarse a las distintas
épocas de la humanidad! El sujeto de pruebas era nada más y nada menos que
Enrique, el típico pasota que le daba igual todo y que fue elegido al azar
entre todos los demás candidatos para probarla. Cuando llegó el día, Enrique
acudió a su laboratorio en el Pentágono (que irónico) y este científico le
pidió que se sentase. Nada más tocar con el trasero la silla un casco futurista
enganchado a un cableado se le encajó en la cabeza y se quedó inconsciente al
momento, ¡Estaba viajando en el tiempo!
Cuando
Enrique consiguió volver en sí, se quedó perplejo al ver que estaba en un trono
de madera siendo abanicado por lo que parecían ser cavernícolas. No podía
moverse, pero sabía que no se trataba de realidad virtual ya que sentía la
madera del trono y el viento de los abanicos y la sabana por todo el cuerpo. De
repente solo veía interferencias y sintió un fuerte dolor de cabeza, hasta que
la imagen volvió a sus ojos y no podía creer lo que estaba viendo.
Estaba en
otro trono, esta vez de piedra, en lo alto de una gran construcción
contemplando como miles de esclavos estaban construyendo unas pirámides.
Enrique se sintió mal por ellos, e intentó convencer a los guardias que tenía a
sus costados, pero no entendían lo que decía y miraban con una expresión de
confusión y duda. Pero volvió a ocurrir.
Esta vez
estaba sentado en otra silla de madera, pero no precisamente en el rol de
alguien poderoso, ya que su cara estaba cubierta con una toca. Una especie de
verdugo entró en el habitáculo con un cubo de agua, tiro a la silla con
Enrique, y le fue arrojando lentamente todo el agua del cubo por la cara.
Enrique empezó a sentir angustia cuando el agua le empezaba a cubrir las fosas
nasales y la boca, hasta que paró y le saco el paño de la cabeza. Y de repente
el verdugo sacó un hacha cuando siente un golpe en la nuca y vuelve a quedar
inconsciente.
Cuando se
vuelve a despertar y prestar atención a su alrededor, se asusta al ver que está
en una especie de Corte con gente armada con rastrillos y antorchas, gritándole
en un idioma que él no podía comprender. Pero de repente se acuerda de que
estaba estudiando la edad moderna en historia, y le vino el presentimiento de
que se trataba de la Revolución Francesa. Un campesino se le acerca con una
antorcha y prende fuego al trono (que estaba hecho de madera) quemando
gravemente a Enrique y dejándolo casi en las últimas, justo cuando siente un
calambre en el cerebro y todo se vuelve negro.
De
repente puede volver a mover los brazos, las piernas… y se quita el casco
rápidamente, viendo asustarse a otro científico totalmente distinto al primero,
que se va corriendo del laboratorio. Enrique todavía sentía el dolor del fuego
de antes y el agua resbalar por su nariz, pero no se veía ninguna quemadura o
agua por los orificios.
Bruscamente
entran unos cámaras y un periodista estadounidenses y le explican que
habían pasado cientos de años (no se sabía con exactitud) desde que se quedó
atrapado en esa máquina de viajes por el espacio-tiempo. Enrique de quedó
perplejo y aterrorizado al ser informado, pero en ese momento no tenía fuerzas
para hablar.
Un tiempo después, después de muchos chequeos
médicos y entrevistas, se puso a pensar más en todo lo que había pasado, y se
seguía preguntando “¿será verdad que viajé en el tiempo? si es así, vaya que no
ha sido una experiencia muy acogedora…”.
Enrique, 2º A
Érase una vez una persona que vivía en la prehistoria, pero tenía algo que lo hacía diferente: era inmortal. Vivía con su familia y estaba todo el día en el campo con la agricultura. Para él, el tiempo no le pasaba muy rápido y, un buen día, toda su familia había fallecido por la edad. Su pueblo estaba muy desarrollado y habían creado una lengua y había gente escribiendo cosas. Después de unos cuantos cientos de años (que para él, era unas semanas) la gente hablaba sobre un tal Jesucristo y los romanos, pero nuestro personaje se quedaba muy confundido con estos temas.
Luego cae Roma, y los musulmanes lo
están conquistando todo. Él estaba muy preocupado porque un día estaba pescando
y vio a tres máquinas que iban por el agua, se quedó muy rayado: decían que habían
descubierto un nuevo continente. Pasaron los años, pero sigue en Europa, porque
el nuevo continente no le motiva…Y ahora ve que en Francia hay un lío con
Napoleón y la revolución. Ya no aguantaba más, de pasar de un pueblo de unas
cuantas personas a edificios gigantes, máquinas con ruedas otras máquinas que
van por el aire, una cosa llamada internet, una electricidad muy rara, un
líquido negro llamado petróleo que sirve como gasolina. Ya no sabe si vive un
sueño o algo, pero que no se lo cree.
Juan Manuel, 2º A
UN PASEO POR LA HISTORIA DEL HOMBRE
Adam
era un niño que estaba en su habitación, cuando se dio cuenta de la presencia
de un aparato. Entonces, se acercó y pulsó un botón rojo grande. Cuando
abrió los ojos se encontró con un ser parecido a él: andaba a dos patas y
utilizaba una lanza, pero no hablaba, parecía que gruñía. Estaba muy sucio y se
dirigía hacia él. Adam se asustó al verlo, así que le dio al botón lo más
rápido que pudor.
Pero
no apareció de nuevo en casa: apareció en plena Roma, en plena arena del
Coliseo entre dos leones. Se quedó paralizado del miedo por un momento hasta
que reaccionó pulsando el botón antes de que un león se le abalanzara.
Ahora
se encontraba delante de los Reyes Católicos. Pasó varios días en el calabozo
ya que la máquina no funcionaba y lo habían tomado como a un extraño. Siguió
intentándolo hasta que lo consiguió y apareció en América junto a Colón en la
calavera Santa María.
Cuando
llevaba un mes en el barco logró volver a su casa, donde tiró el aparato para
no volver a verlo nunca más.
María, 2º A
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