POR YOLANDA, 3º C
En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el nike,
envuelta con su adidas de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.
El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de Aleçón,
no lejos de las reebok de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del Japón.
Con sus sutiles quiksilver la invade un dulce sueño:
entro, sin hacer ruido: dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño
como una rosa roja que fuera
flor de lis.
Abre los billabong;
mírame con su mirar risueño,
y
en tanto cae la nieve del cielo de París.
Ruben Darío
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