La guerra de un hombre
Cuenta la leyenda que hace más de 200 años, en la Guerra de la
Independencia Española, un héroe de guerra español llamado Roberto García hizo
uno de los actos más increíbles del conflicto. Roberto, acompañado por su amigo
y aprendiz Fernando, era un hábil mensajero de guerra que se encargaba de
entregar los mensajes con los que se comunican sus superiores. Lo malo de este
papel es que estaba expuesto constantemente al fuego de la artillería y de los
rifles, a la vez que podría ser capturado si un par de enemigos lo pillara
entre sus líneas.
Roberto tenía la misión, en este caso, de entregar un mensaje de
socorro por parte de las Cortes de Cádiz a los búnkeres anglo-españoles de
Gibraltar. Entonces este; junto a su compañero Fernando, partieron hacia una
travesía esquivando todo tipo de proyectiles, terrenos pantanosos, alambrado…
hasta que al fin llegó a la zona de entrada de los búnkeres junto a otros pocos,
entregando el mensaje a el comandante de aquella brigada. A la semana siguiente
Roberto se enteró de que iban a realizar unas emboscadas a través de las líneas
del enemigo y aliviando así a la presión francesa en el asedio de Cádiz, por lo
que este llamó a Fernando para colarse en la infantería aliada y así luchar
directamente contra los franceses en la ciudad de San Fernando.
Cuando la infantería llegó a
la ciudad y los enemigos se enteraron, fueron obligados a refugiarse antes de
hacer algo ya que los aliados de repente empezaron a ser bombardeados desde una
dirección desconocida. Roberto, con cautela, asomó la cabeza para ver la estela
de los proyectiles que estaban cayendo para darse cuenta de que venían del mar
y, por tanto, de los cañones de unos buques de guerra. Resguardado entre
edificios, Roberto y Fernando consiguieron llegar a la playa y confirmar su
razonamiento ¡Estaban siendo bombardeados por 18 buques de guerra franceses!
Entonces, Roberto procedió a correr hacia uno de los cañones costeros, haciendo
el acto más heroico de toda la batalla: hundió a los 18 buques de guerra él
solo y su audaz puntería, totalmente expuesto a todos los cañones de los buques.
Pero no todo fue tan de rositas, pues el último barco no se pensó
dos veces lo de llevarse a Roberto a la tumba consigo, ya que cuando estaba
prácticamente bajo el agua un proyectil salió disparado de la boca del cañón de
este, golpeando la caja de munición y haciendo que el cañón de Roberto
explotase en una gran bola de fuego que lo incineró violentamente. Fernando,
que se quedó perplejo desde que Roberto cogió el cañón y empezó a hundir buques
como moscas, huyó de la zona llorando por su amigo que había salvado a sus
compatriotas de una muerte casi segura. Y es así como gracias a él, esta leyenda
que no se sabe si es cierta o no, fue transmitida de generación en generación
para que pudiera ser contada a día de hoy.
Enrique, 2º A
“EL PROBETA”, EL FANTASMA DEL LABORATORIO DE QUÍMICA
Recuerdo como si fuera ayer cuando me contaron una historia fantástica que todavía me cuesta trabajo olvidar. Recuerdo que fue en el mes más duro del instituto porque en junio es cuando hacemos los exámenes finales de curso en el I.E.S Botánico. Es un mes de mucho calor y cansancio después de todo un curso estudiando. La última semana tuvimos muchos exámenes y mis amigos y yo teníamos mucho miedo al examen final de lengua de nuestra profesora Eva.
Recuerdo cómo a la hora del recreo mi amigo Juanma y yo hablábamos de que podíamos suspender la asignatura y de como nos iba a fastidiar el verano. Uno de esos días de conversaciones en el recreo se nos acercó un alumno que nunca habíamos visto. Nos contó que nos había estado escuchando durante varios recreos y nos dijo que tenía la solución al problema. La historia que escuchamos esa mañana nunca la olvidaré y todavía, cuando me acuerdo, me cuesta trabajo dormir por las noches y se me ponen los pelos de punta. Este chico, quién no quiso decirnos su nombre, nos contó una leyenda fantástica sobre un fantasma, llamado “El Probeta” en el laboratorio del instituto.
La leyenda decía que en esa clase, muchos años atrás, desapareció un profesor obsesionado con la tabla periódica. Cuenta el alumno sin nombre que este profesor obligaba a sus alumnos a recitar la tabla periódica antes de empezar la clase todos los días. El día que el profesor desapareció, después de escucharse una fuerte explosión en el laboratorio, los alumnos celebraron con gran alegría ese momento porque así ya no tendrían que recitar nunca más la tabla todas las mañanas. Dice la leyenda que el fantasma de el profesor sigue en el laboratorio y cuando un alumno va allí y recita la tabla periódica se le concede un deseo.
Mi amigo Juanma y yo temblábamos de miedo al escuchar esa historia y, a la vez ,pensamos que tendríamos la solución al problema. Nos tiramos dos días, día y noche, aprendiéndonos la tabla periódica y por si acaso estudiando lengua.
Una mañana, a la hora del recreo, nos atrevimos a entrar los dos sólos en el laboratorio. Recuerdo como el sudor me caía por la frente y recuerdo a Juanma respirar cómo si hubiese corrido tres kilómetros. Abrimos la puerta con tanta fuerza que el golpe se escuchó en todo el recreo. El trato era que primero Juanma dijese la tabla y luego yo pero, tenía tantas ganas de salir corriendo que, empecé soltando la H de hidrógeno y terminé por el Nobelio en un abrir y cerrar de ojos y salí corriendo no antes sin pedir mi deseo, por supuesto. No sé si esta leyenda ,que por lo visto muchos alumnos conocen, es cierta o no ;lo que si es cierto es que Juanma y yo nos quedamos muchas noches en vela sin poder dormir pensando en la historia que nos contó un alumno desconocido, al que jamás hemos vuelto a ver y nadie del instituto conoce de su existencia.
Y también es cierto que gracias a esa leyenda aprobamos la asignatura de Eva con sobresaliente y la profesora de química también nos puso la máxima nota.
Dicen que no hay leyenda que por bien no venga y ese fue nuestro caso.
Emilio Alberto, 2º A
Era un día normal en San Fernando, yo estaba en mi casa muy aburrido y
me puse en el ordenador a ver páginas de Internet. En una de ellas había una
noticia, que hablaba de un rumor que ocurría en la barriada de “Las Torres”.
Decía que vivía una anciana que se transformaba en animales.
En la página se podía leer que su casa estaba en un callejón sin salida
y que para entrar se tenía que traspasar una pared. Yo la verdad es que no creí
mucho ese rumor. Unos días después pasé por ahí cerca y pensé que por qué no
explorar, haber si era verdad.
Fui para allá y me encontré el callejón. Caminé hasta el final y toqué la pared, pero no pasó
nada. Pensé que todo era falso, que estaba perdiendo el tiempo ya que muchas
cosas que dicen en Internet son mentiras. Pero de repente saltó un gato y se
fue al callejón, miré hacia atrás y ya no estaba el gato. Era imposible que
saliese del callejón ya que no había ninguna otra salida.
Me quedé muy sorprendido, quizás no todos los rumores de internet son
falsos.
Juan
Manuel, 2º A
El árbol de las
sombras
Del famoso
parque del Barrero, se cuenta una leyenda sobre un hermoso árbol que pocos
pueden encontrar y que tiene una especial peculiaridad.
La historia
comienza con una pareja de japoneses. La mujer siempre había adorado la
naturaleza, por ello, su marido le regalaba una pequeña planta cada vez que encontraba
una lo suficientemente bonita para su mujer. Una vez, en una tienda vio un
sakura (árbol japonés de flores rosas) y lo compró pensando en la felicidad de
su mujer cuando lo viera. Desgraciadamente, antes de poder mostrársela,
tuvieron una inesperada pelea que provocó su divorcio. El hombre, destrozado,
quiso alejarse de las cosas que le recordara a lo que era su mujer.
Así fue, viajó hasta San Fernando esperando
encontrar un lugar tranquilo para pensar. El día que desempaquetaba sus
pertenencias en su nueva casa, vio el sakura con mal aspecto al fondo de una
gran caja. El dolor que le produjo recordarla le hizo coger la pequeña maceta y
ponerse a vagar por las calles en busca de un lugar para poder plantarlo.
Después de una larga caminata, encontró el lugar idóneo: se adentró en un parque
de aspecto pequeño y buscó una zona para poder colocarlo. Le resultó como si se
estuviera adentrando en un oscuro bosque pero siguió subiendo por la pendiente
hasta llegar a una zona plana sin árboles. Cavó con sus manos un hoyo y plantó el
sakura. Mirando al árbol pensando en lo que le había ocurrido, se puso a
llorar.
-
¿Qué es lo que te ha ocurrido?- dijo una voz a su
espalda. Asustado se giró, no podía creerse lo que veía. La voz provenía de la
silueta de un hombre un poco más alto que él y a juzgar por su voz, debería se
tener casi la misma edad. Pero lo asombroso fue que era como mirar un trozo del
cielo oscuro, ya que no se podía distinguir otra cosa que no fuera una silueta.
-
¿Qué eres? ¿me vas a hacer daño?- dijo el hombre con un
hilo de voz que le temblaba del pánico.
-
No te voy a hacer nada, vengo a escucharte, para que
puedas desahogarte y así poder superar cualquier problema. En resumen, vengo
para ayudarte- dijo la sombra mientras se acercaba- entonces dime, ¿Por qué
llorabas?- se sentó que estaba junto al hombre. Este, nunca se imaginó que
después de esa noche lo visitaría todos los días libres que tenía para contarle
lo que le ocurría y para poder cuidar el sakura.
El árbol
fue creciendo y recibía diversas visitas de personas que necesitaban ser
escuchadas. Claro que estas no podían hablar de su existencia, porque si no,
llegar al lugar del árbol resultaría
imposible. Por lo que las personas que lo buscan para algo que no sea su
necesidad de hablar y desahogarse, nunca lo encuentran.
Sandra, 2º A